¡Bienvenido!

"Siente el océano de sombras, escucha las melodías del viento, y deja que el arrullo de las estrellas te envuelva con su manto de misterio."

viernes, 8 de junio de 2012

A really bad dream... BELIEVE ME!


Había llegado tan esperado día. Ella lo había esperado, al lado de las personas que deseaban su bien... su familia, sus amigos, y hasta el perro, aunque no clasifica en la categoría de persona, pero eso es lo de menos: él batió la colita y le dijo con ternura "gggrrrr".
Ya en el aeropuerto, las lágrimas no se pudieron contener más. Todos lloraron. En su mano derecha iba la promesa de su regreso. Los kilates no importan, sólo importaba la pureza que encerraba aquella pequeña circunferencia, que hacía dos meses abrazaba su delgado anular.

Las emociones pululaban de sus ojos. Era un mezcla entre dolor, miedo y excitación por conocer la gran manzana, por salir de su pequeño cálido mundo y enfrentarse a una verdadera jungla de cemento. Un beso en los labios, ojos rojos enlagunados, un "Te amo", y "Hasta pronto mi fresita", le dieron fin al tormento. El avión decoló al fin, con algo de turbulencia, pero fue un vuelo nocturno placentero.

Time Square, Bronx, Central Park. Muchas fotos, muchas sonrisas. Flash en las nocturnas, y allí tienes. 8 meses  , citas nocturnas cada semana con familia, amigos, y con él... Las fuerzas flaqueaban, ya la felicidad de las fotos, con flash, sin flash, no era la misma... ya no había fotos, ya no era romántico conversar hasta media noche sobre el clima, sobre el perro, sobre los sobrinos, la universidad... El invierno era crudo, por lo menos 22° c. bajo cero, y ni el gorro, ni los guantes podían calentarle el alma. La soledad era terrible, en un apartamento de dos habitaciones, oscuro, solo y congelado.

El contrato de trabajo era por un año, así que ya se acercaba a su término. Una infortunada noche, después de tomar una copa con dos amigas del trabajo, y cargando el peso de todo NY sobre sus hombros, iba camino a casa. Curiosamente las calles estaban solas pero iluminadas. El mareo no era lo suficiente para desfallecer, pero alguna parte de sí le decía que hiciera una parada. Se sentó en la banquilla, unos cinco minutos, unos dos cigarros, unos miles recuerdos. Helaba. Los copos de nieve empezaron a caer, uno tras otro, como haciendo fila india, hasta que la calle en poco tiempo se vio blanca, tanto como si de un mar de leche se tratara.

Llega a casa. El abrigo en el recibidor. Un espejo que colgaba justo en frente de la entrada, estaba empañado, como si en el apartamento hubiese alguien respirandole encima, dejando una huella de vaho muy reciente, imposible de borrar. La adrenalina invadió de inmediato su torrente sanguíneo, sus nervios, su cuerpo. Total estado de alerta. Todas las luces estaban apagadas, excepto la del recibidor. La huella de alguien latente desencadenó el pánico. Pupilas dilatadas, sudor helado, ¡corre, corre!  Busca en la sala, con el sigilo de un gato, casi arrastrándose por las frías paredes, con la respiración agitada intentando no hacer ruido, con las piernas y el paso tembloroso. Escucha ruidos en su habitación... la tensión es insoportable, ¡corre, corre!
Corre hasta la cocina y toma el cuchillo más grande que encuentra, afilado. Con la torpeza de quien se quiere defender pero tiene las manos congeladas. Pasos se aproximan hacia ella, y ahora el mareo se hace más evidente... cae de rodillas en el piso del pasillo entre la cocina y el recibidor...

...

La imagen absurda se refleja en el espejo, algo difusa. Una mano sin dueño conduce el cuchillo hasta su cuello... sus largos cabellos color azabache, mojados y dispersos sobre su blanco pellejo, arremolinándose en su cara, en  su garganta desnuda. Una mano temblorosa, fría, como la hoja afilada sobre su piel. "Abre bien los ojos... devórate en sus pupilas negras, profundas, y deja tu mano resbalar, con un corte en seco, de lado a lado". Su boca abierta, muda, dibuja en el aire la silueta de un grito silencioso, ya el corte hecho ... ¡Lo...siento!, y cae desplomada, sobre su propio brazo manchado, sobre su mano, sobre su anular ... sobre aquella circunferencia, la promesa que un día la devolvería a casa... 

...Lo... siento...

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