Sí, a veces caigo.
A veces esas reservas de aire se agotan
Y la sangre se envenena.
Río negro, océano helado infinito.
Sí, a veces despierto.
A veces me tocan esas llamas
Y despierto del sueño,
De un glaciar que me congela vivo.
Sólo a veces, reconozco;
Porque el tiempo es inclemente,
Inconstante pese a sus inquietas
desesperadas medidas;
Porque la carne se pudre,
La risa y la alegría son ilusiones,
Son segundos, miserables segundos,
Gotas, fragmentos de aquél océano...
Y sí... a veces lo dudo,
A veces lo pienso...
Y sí, vuelvo a caer,
De tanta vigilia caigo lento
En el abismo negro de la noche
y sus ríos y océanos furiosos repletos del tiempo.
Y yo, inestable,
me entrego a esa nada
llena de lodo y de llantos prolongados,
A veces... a veces me encierro
en esa mazmorra incorruptible
de mil quebrantos,
Que lavan y se llevan consigo
toda esa insensata angustia.
A veces...
a veces caigo lento.
Natalia Duque.