A si, en algún punto hablé de los cigarros. Me gusta pensar que es una mala costumbre de esas que se heredan, pero la verdad es que me hace feliz, tan feliz que ya he dejado de buscar explicación y simplemente lo disfruto, a veces con el café, a veces sólo. Probablemente las cosas que más felices nos hacen son las que más rápido nos matan...
Y sé que muchas veces he deseado tener cosas, cosas estúpidas, desde la misma perspectiva que el resto del mundo. Pero hace menos de una semana escuché un discurso de alguien que fue famoso y ya murió, y desde entonces un pensamiento ha quedado en mi mente: "Tener menos es tener más, finalmente las personas no poseen cosas sino que terminan las cosas poseyendo a las personas (...)"
Confieso que ya no quiero tantas cosas desde ese día. Sigo con inmensos deseos de viajar, de aprender otros idiomas y de nunca tener hijos porque no los necesito. También quiero un gato, y alguien a quién poder mirar a los ojos y sonreír, y pensar que todo estará bien, así el maldito mundo se nos venga encima. Pero comprar un carro o tener ropa de marca, no está entre mis prioridades. Prefiero comerme un helado así me engorde, prefiero irme de fiesta y bailar hasta no sentir las piernas, o hacer paracaidismo, parapenting, o alguno de esos deportes que dicen que son de alto riesgo. Aunque, me parece más riesgoso conducir un sábado al medio día en está ciudad atestada de imbéciles con afán. Por eso no quiero un carro. Prefiero la plata para ir a viajar, ir a Santa Marta, comer pescado y arroz con coco, y regresar.
También reconozco que dije algún día que odiaba a los gatos. Ya no los odio, a veces me caen mal sus dueños, o simplemente me incomoda tanto pelo si llevo un suéter oscuro. Pero no es culpa del gato, es mía por vestir de esta manera. Amo a los gatos, y me gustaría tener uno para mimarlo, espicharlo y hacer un caldito. Bueno, tal vez no haga un caldito pero si lo espicharía.
No soporto el olor del coliflor. No me gustan los pimentones pero me los como, y en los últimos años he desarrollado cierta adicción al chocolate que usualmente no menciono, pero es necesario que lo sepas por si un día me quieres sorprender (me gusta más el blanco, y el francés es delicioso).
Reconozco que he dicho mentiras, que he engañado y ha sido con propósitos egoístas. No me arrepiento, pero no me gustaría tener que volverlo a hacer. Así de cínico como suena, pero es la verdad. También admito que soy malgeniada. Me molesta que me digan qué tengo que hacer y cómo lo tengo que hacer, me molesta la impuntualidad, la gente que no se baña y huele mal, me molestan muchas cosas así que una lista sería demasiado larga. Pero entre las cosas que más me molestan hay una que se gana el premio mayor y esa es la gente que dice que va a hacer y resulta no haciendo. Siempre me pregunto ¿por qué carajos no se van a un potrero y se pegan un tiro en la sien?
Es cierto. Debería asistir a terapia para el manejo de la ira, y decirle al psicólogo (o psiquiatra) que necesito que me recete algo para no deprimirme cuando hace mal día, o cuando se me acaba el chocolate, el frío, la cafeína, los cigarros, el smog, los semáforos y la sonrisa.
Natalia.
4 comentarios:
Supongo que esta entrada es la confesión. Con esto entiendo que los chocolates que me traía de cumpleaños están incompletos y que eran 6 cajas pero solo quedaron 2. Supongo que con este escrito, la próxima vez que pase de visita le debemos tener café. Ash mentiras, me gustó el escrito :)
A propósito... no me dio nada de lo que le llevé! jajajaj mentiras, son para ud. XD Gracias por el comentario... usted es de los que no se tiene que preguntar si todo lo que dice es cierto porque me conoce de hace mucho :) gracias por leer ;)
Me ha encantado tu prosa, el contenido me da igual, nadie es capaz de conocerse totalmente, te acompaño en el chocolate pero no en el guisqui, mi blog está a tu disposición, un saludo desde Madrid-
Gracias Santiago, es un honor para mí recibir comentarios como el tuyo. Te acompaño en tu blog :)
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