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"Siente el océano de sombras, escucha las melodías del viento, y deja que el arrullo de las estrellas te envuelva con su manto de misterio."

martes, 22 de octubre de 2013

La arena en el reloj

La ciudad se alza sobre el horizonte, fría y gris, con un manto de algodón dulce encima de sus rascacielos, algodón dulce de lluvia ácida. Los autos van y vienen, de prisa en cuanto pueden, atascados unos tras otros. Las multitudes aceleradas cruzan por los semáforos con afán y con un ansia, como si la vida se fuera a desvanecer justo allí. Cada paso es un ensayo para no errar el siguiente, pero todos son ensayos fallidos y la asertación no es más que una ilusión, como cuando uno camina sin mirar sus pies, sin saber en dónde pisa. El pavimento se convierte en una tumba de esos pasos; el cadáver del tiempo enterrado bajo los escombros de la memoria. Ya no hay atardecer, se ha perdido tras los edificios, tras el concreto que nos separa unos a otros. Por eso veo el horizonte y su alterada silueta, llena de vacíos, de espacios negros, de ventanas, para no pensar demasiado en el paso a paso, en el segundo y sus milésimas. Corremos tras el siguiente segundo sin pensar que, algún día ése segundo será la extinción del oxígeno y retornaremos a lo que siempre fuimos: la arena del reloj que baja incontables veces. 




Natalia D.