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"Siente el océano de sombras, escucha las melodías del viento, y deja que el arrullo de las estrellas te envuelva con su manto de misterio."

lunes, 10 de octubre de 2011

BAD DREAMS


Corro por un bosque oscuro. Alguien me persigue... para matarme, por supuesto!
Debo salvar mi vida, aunque no sé ni quién soy, ni por qué me persiguen, y en últimas, no sé por qué corro... ésto debería ser el último "mejor" destino. Y, finalmente, veo al fondo un abismo...
¡Qué patético!  Estoy corriendo por un bosque oscuro, huyendo de alguien que me quiere matar, pero estoy corriendo HACIA un ABISMO!
Disminuyo el ritmo de mi apresurada trayectoria. Creo que perdí al asesino. No era implacable... ¡Maldito!
Llegué al borde... no veo el fondo, tan sólo una oscura masa arremolinada en todo el centro. Escucho gritos desde el fondo. Cualquiera en mi lugar pensaría que es la puerta del infierno, o al menos algo muy parecido, pero no veo el fuego, ni los fantasmas, y hasta ahora nadie me ha empujado. 
Pero, ¿por qué estoy aquí?, ¿quién corría tras de mí?  Comienzo a creer que esto es sólo uno de esos sueños en donde despiertas justo en el preciso instante en que vas a morir lenta y dolorosamente.

Mi pulso se acelera, siento un pálpito en las sienes, y ésto es muy real, no parece uno de esos sueños, en realidad no.
Siento que el bosque me rodea, y que se hace más estrecho, pegado a mi espalda con el correr de cada segundo, es como si el abismo fuera un gran hoyo negro que intenta consumirme, devorarme para sí. El sudor frío baja desde mi nuca por toda mi espalda, y mis manos tiemblan. 
Los gritos del fondo me llaman... no piden auxilio, no tienen miedo, gritan mi nombre. Un impulso sobrenatural quiere seguir, caer, dejarme ir hasta el averno que debe haber allí abajo. Es como una de esas fatalidades que deben ocurrir, y trato de evitarlo con todas mis fuerzas, pero es aún más poderoso que cualquier instinto. Es más grande que yo misma.

Caigo de rodillas en el borde, tengo la mirada fija en la penumbra, y de mis ojos brotan lágrimas. Siento un gran peso en todo mi cuerpo, como si cargara con todas las culpas de todos mis años pasados, culpas que desconozco, años que no recuerdo. Mi piel alberga a un ser inhóspito, infrahumano, que aún pese a su naturaleza, llora, sufre y sangra. 

Mis manos frente a mis ojos... están cubiertas de sangre. Me levantó asustada y doy vuelta atrás. Seco mis lágrimas, me acerco lentamente. Allí tirado en el suelo hay un cuerpo... tiene mi ropa, mi pelo, y la mirada negra, honda, fija en el abismo de mis propios ojos muertos!
Ahora voy en reversa, sin entender qué sucede, y cuando recuerdo que tras de mí había un abismo, ya es demasiado tarde. Las voces han consumido mi voz apagada, mi instinto dormido.... ¡Mi fantasma!

Natalia Duque

HORAS



Lánguidos versos que silencian la estulticia de nuestros corazones...
Hondos pesares, yo los quiero socavar cual enigma intocable
cual astro ardiente, intocable
que garbea disoluto en oxidadas sinapsis.

Mis temblorosas horas,
rebosan viciados minutos
de exaltados y morbosos instantes vacíos.
Yo las quiero, porque son las vértebras
que forman mi espina, amorfa
atípica, llena de cardos... 

¡Sí, las quiero, sin temor!

Ocultas tras mi seno,
calladas insonoras risas,
que encubren como un delicado velo
ligeros rojos plañidos.
Yo las quiero, porque ellas son amantes
de lo que ocultan mis labios,
son lo que gritan insurrectos mis ojos
tras mis tensos, inútiles párpados. 

Natalia Duque.