¡Bienvenido!

"Siente el océano de sombras, escucha las melodías del viento, y deja que el arrullo de las estrellas te envuelva con su manto de misterio."

lunes, 26 de diciembre de 2011

BAD DREAMS III

Historia de Liz Santacruz. Redacción de Natalia Duque.

Estoy muy cansada, no sé por qué. Bueno, lo sospecho en realidad. Me dejé seducir por sus encantos masculinos, esa sonrisa perfecta, ese abdomen cuadriculado, su cabello oscuro, sus ojos profundos, oscuros también. Olvidé lo que es tiempo, las dimensiones del espacio, sólo los dos entre sábanas de seda, en medio de un arrebato ardiente de lujuria. Ese “camino de la felicidad” en su abdomen, que conducen a… bueno, es obvio, a la auténtica felicidad, ¡Me enloquece! Es perfecto, aunque la humedad del sudor en todo mi cuerpo empieza a incomodarme. Tomaré un baño. 

Las luces de la mañana escasamente se ven a través de las cortinas. Es un cuarto de hotel, más bonito que los que visité antes. Son cortinas finas, y el techo tiene una decoración en drywall muy bonita. Apenas abro los ojos e intento aclararme la vista, me estiro, y me saco la pereza. Estoy completamente desnuda, y siento un leve frío en todo mi cuerpo, refrescante. 

Me incorporo con desgano, quisiera quedarme aquí toda la vida. Cuando aclaro mi vista, voy a levantarme, pero… Una sensación de asco y terror invade mi pensamiento, y mi cuerpo se contorsiona en gesto nauseabundo. El charco de sangre en el piso tiene al menos cinco centímetros de profundidad. No puedo, no puedo levantarme. Me quedo sentada en la cama, miro en todas las direcciones tratando de examinar con desespero la situación. Miro hacia el baño y veo la escena, tal vez, más espantosa de mi vida: Un pie, intestinos y tripas, dos brazos… un horror asquiento, vomitivo, invade todo mi ser. Sudo de nervios, frío, y no sé qué hacer, si moverme, gritar… ¡Ayuda! ¡Ayuda! -¡Despierta! ¡Cómo puede ser que sigas durmiendo! ¡Despierta!-.

No puedo comprender nada, no entiendo, esto parece una pintura abstracta, incomprensible. Las paredes exhalan hierro, y todo a mi alrededor grita, dando vueltas sobre mí. Me quedo inmóvil, no sé por cuánto tiempo, hasta que logro despertar de mi letargo inconsciente.

Él no voltea, yace inmóvil, en su perfección escultural. Frío y tranquilo. -¡DESPIERTA!- Lo muevo con desespero, con miedo de llegar a aturdirlo por el estado sereno en el que se encuentra, pero… 

Él, no despertará, nunca más. Su serenidad es por siempre, eterna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joeeer, te habeis pasado !!


Y me provocaste :- P