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"Siente el océano de sombras, escucha las melodías del viento, y deja que el arrullo de las estrellas te envuelva con su manto de misterio."

viernes, 9 de diciembre de 2011

EL GATO


Cierta noche, tratando de atar dos cabos sueltos acerca de un pasado no muy lejano, me encontré con que el inicio de ambos cabos era el mismo. Entonces los até, los até bien firme, para que no se soltaran, y poder jugar con la cuerdita de vez en cuando. A veces cortarla con tijera, así doliera un poco, para, estúpidamente, volver a atar los cabos, en orden o desorden. Así es que la cuerdita formaba una circunferencia, llena de nudos, unos gruesos, otros casi no se notaban.

Era la misma operación, noche tras noche. Hasta que una de esas noches me dio muchísimo sueño, temprano. Apagué la luz, y me olvidé de la cuerdita. Ahí quedó, tragando polvo en algún rincón de no sé dónde, para mi fortuna. Ya no tenía que jugar a armar y desarmar, a atar cabos sueltos, porque el gato del tejado se las había arreglado para entrar en la habitación (habré dejado la ventana abierta), y se llevó mi cuerdita. Eso me contó la almohada, ella vio todo. Entré en pánico, ya no tenía nada que atar, ni cortar, ni volver a atar. Era el fin de una era, el fin de toda esperanza, como dice una canción. 

Sobreviví al pánico, dedicada a leer cuentos de mis amigos. Hasta que, noches después, el gato ladrón se posó en el quicio de mi ventana. Al principio cuando llegó, me miró con esos ojos profundos que encerraban universos, y yo me asusté un poco cuando vi que mi cuerdita le colgaba del cuello, como un collar de diseñador. A decir verdad, le quedaba muy bonita, con sus nudos irregulares, las manchas de suciedad, y ese toque urbano que puede tener cualquier artefacto sacado de habitación de hippie tardío. Me quedé mirándolo largo rato, con deseos de recuperar lo que me había robado.

Pero no, no era justo. Al gato le quedaba muy bien el collar, porque ya no era cuerdita, ¡ahora era collar! Tenía más estilo colgada del cuello de este hermoso y ladrón dueño, finalmente, yo sólo la quería para no dormir, cortarla y atarla de nuevo. Sus ojos me miraban, mientras relamía sus patas manchadas de negro. Y él me acompaña cada tarde cuando cae el sol en mi ventana.

2 comentarios:

Jazmid SaMa dijo...

dificil desatar , volver a atar-

Natalia Duque dijo...

por eso regalé la cuerdita :-)